Miércoles 30 de Julio de 2025

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10/07/2025

Latinoamérica y Estados Unidos: una relación definida por la oportunidad, no por la ideología

Fuente: 1752189360

En un mundo donde la diplomacia tradicional cede terreno frente a intereses más inmediatos y menos institucionalizados, América Latina necesita repensar su estrategia

>Comprender la lógica de la política exterior de Estados Unidos ha sido históricamente una tarea compleja para buena parte de América. Sin embargo, hay dos excepciones notables: México y Canadá. Pese a los altibajos retóricos que marcan la presidencia de Donald Trump, ambos países saben mantener una relación estratégica con Washington. Y lo logran no desde los discursos presidenciales, sino a través de una burocracia profesionalizada que entiende que la diplomacia real se juega, sobre todo, en los niveles intermedios del poder. Mientras arriba vuelan petardos, abajo se arregla.

El Salvador, por ejemplo, se ha alineado estrechamente con ciertas prioridades de seguridad impulsadas desde EEUU, como el modelo carcelario cooperativo. Nicaragua, por el contrario, ha aprovechado su ubicación estratégica para refugiarse en una suerte de aislamiento calculado por el riesgo de distorsión económica en la zona y la amenaza de más migración hacia el norte. Su régimen autoritario persiste no solo por represión interna, sino por una geografía que limita las presiones externas. Increíble, pero es así. Otros países son más lúcidos como Guatemala y Costa Rica, que se manejan con habilidad. Otros, como Honduras apostaron por la distancia y allá se verá cómo lidian con semejante desafío.

Más al sur, el panorama se vuelve aún más contradictorio. América del Sur continúa atrapada en un dilema que combina resentimientos históricos, discursos ideologizados y una profunda incapacidad para construir una relación pragmática y sostenida con Washington. En este contexto, organismos como la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) operan más como escenarios simbólicos de desahogo político que como verdaderas plataformas de integración o cooperación técnica. Su institucionalidad es débil, su productividad nula y su utilidad, en muchos casos, meramente retórica. No queda demasiado al pasar raya.

Durante la presidencia de Donald Trump, se dice, muchas veces, que su estilo confrontativo busca reforzar una posición negociadora fuerte. Pero para América Latina, la afirmación de que “son los demás quienes necesitan a Estados Unidos” no fue sólo retórica: fue una declaración política. Y, guste o no, tiene razón. El mercado estadounidense sigue siendo uno de los más robustos y estables del mundo para las exportaciones latinoamericanas, especialmente en sectores donde la región continúa especializada en materias primas. O ellos o los chinos. Europa sigue en su endogamia propia.

En este escenario, cabe preguntarse: ¿es responsabilidad del país más poderoso adaptar su trato a las naciones más pequeñas o corresponde a estas últimas encontrar la forma inteligente de vincularse con una potencia que puede ofrecerles estabilidad, inversión y demanda? Como sugería Sun Tzú en El arte de la guerra, el más débil debe ser el más astuto.

En todos los casos, las consecuencias son claras: quien entiende el juego, maximiza beneficios. Quien lo rechaza por convicción ideológica o lo que fuere, restringe su margen de maniobra y compromete oportunidades concretas para su población. Son las dos bibliotecas. Eso sí, que quede claro: el gobierno norteamericano actual apuesta a la teoría del amigo-enemigo de Carl Schmitt, o con ellos, o lejos y contra ellos. Prestar atención al juego porque es peligroso.

En un mundo donde la diplomacia tradicional cede terreno frente a intereses más inmediatos y menos institucionalizados, América Latina necesita repensar su estrategia. No se trata de someterse ni de perder soberanía. Se trata, simplemente, de actuar con lucidez, de comprender que el vínculo con Estados Unidos -con todos sus matices- es una oportunidad que no se puede gestionar desde el enojo ni desde el orgullo ideológico. Si América estuviera unida, si el Mercosur existiera en serio -por ejemplo- todo sería más fácil. La realidad tiene cara de hereje.

Fuente: 1752189360

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