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26/12/2024

La historia del último cine porno del conurbano: del legado familiar a una disputa vecinal que lleva años sin resolverse

Fuente: telam

Está ubicado en la localidad de Ciudadela y tiene capacidad para 350 personas. Aquí, la trama detrás de su funcionamiento, que despierta tensiones en el barrio

>Frente a la estación de tren Ciudadela, sobre la avenida Maipú al 3900, hay varios negocios. En el trayecto de esa cuadra, desde la intersección con la calle Pedro Elizalde, funcionan una peluquería, una carnicería, un banco, un kiosco, una verdulería, un gimnasio y una panadería. Casi llegando a la siguiente esquina, 25 de Mayo, hay un cine. Es el Nuevo Cine de Ciudadela: el último cine porno que queda en el conurbano.

Los vecinos de Ciudadela no están contentos con el cine. La “disputa” tiene larga data. Comenzó hace más de una década, allá por 2013, y todavía persiste. En ese momento presentaron el proyecto ante el Concejo Deliberante de Tres de Febrero para concretar la “recuperación del espacio” y convertirlo en un Centro de Expresión Cultural. Tiempo después juntaron firmas en un petitorio. “Cine para toda la familia”, pedían. La última vez que lo hicieron, en 2021, los acompañó el actual intendente del Municipio, Diego Valenzuela. El objetivo: impulsar un proyecto de expropiación y presentarlo ante el Senado de la Provincia. Nada de eso fue posible.

Gustavo Cingolani (64) nació y se crió en Ciudadela. Además de ser licenciado en higiene y seguridad laboral, actualmente, es Secretario del Club Atlético y Social Ciudadela Norte, ubicado a cuatro cuadras del cine. Cingolani fue uno de los tantos vecinos que puso su firma para que el cine fuera expropiado. “Este lugar es, junto con los cuarteles de Ciudadela, una de las construcciones más antiguas del barrio y con algún tipo de valor histórico arquitectónico. En sus inicios era un espacio común y corriente, donde la gente iba a ver películas. Incluso yo mismo he ido de chico a ver, por ejemplo, ‘Cupido motorizado’. Pero en determinado momento se transformó en un cine condicionado. Va muy poca gente: es un espacio para la diversidad. Si bien la actividad que ahí se desarrolla es legal, nosotros pensamos que es un poco contradictorio que, un lugar tan emblemático y tan céntrico, esté vedado a la mayoría de la población. Nuestro sueño es convertirlo en una sede de la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF) o que sea un Centro Cultural”, plantea.

Hace varios años, Jorge y Gustavo ingresaron al cine. Fue en 2016. Pagaron $5 cada entrada. “Estuvimos muy poco tiempo y nos retiramos. No se veía nada más que una pantalla gigante exhibiendo pornografía”, cuentan a este medio.

El auge de los filmes pornográficos en la Argentina se dio con la vuelta de la Democracia, entre 1983 y 1984, y con las nuevas formas de calificación de las películas. “Antes, se dividían entre Aptas para Todo Público (ATP) y prohibidas para menores de 14 o 18 años. Luego eso cambió: había desde películas ATP, hasta solo aptas para mayores de 13 años, solo aptas para mayores de 16 años y solo aptas para mayores de 18 años con exhibición condicionada. Esto último indicaba que la cinta podía llegar a tener escenas de sexo explícito o pornografía. Así, películas como ‘Yo te saludo María’, de Jean-Luc Godard, o ‘Calígula’, que retrata la vida emperador romano, llegaron a las salas de exhibición condicionada y empezó a haber un apogeo del cine porno, tanto en la ciudad de Buenos Aires como en el conurbano bonaerense”, contextualiza el cortometrajista Carlos Diviesti, que además es dramaturgo, actor, director y colaborador de la cuenta de Instagram Cines del Mundo.

Lo que sucede adentro del cine porno de Ciudadela es motivo de especulación de los vecinos. “Es turbio”; “Ahí pasan cosas raras”; “No entendemos cómo se sostiene el negocio”; “¿Entra gente a ese lugar?”; “Eso es un asco”. Pero la realidad es que se dice mucho más de lo que realmente se sabe.

Para entrar al lugar, primero hay que abrir la reja y, después, empujar alguna de las puertas. Cualquiera de ellas desemboca en un hall donde está la boletería. El cine tiene dos salas. Abajo, una con capacidad para 250 personas; arriba, una para 100. Para acceder a la más pequeña hay dos escaleras, ubicadas una en cada punta del hall central. Allí la luz es tenue y no decoración. Solo un póster de Isabel “La Coca” Sarli en el drama erótico “La mujer de mi padre” (1969) y una bandera de la comunidad LGBT. “Igualdad”, dice.

Acerca de la disputa con los vecinos, Pérez asegura que los discriminan “porque quieren ‘gente sana’ para el barrio”. Hace una pausa y, como si tomara carrera, se larga a hablar: “Nos acusaron de lo que te imagines: desde vender droga hasta de tener mujeres esclavizadas. La realidad es que solo pasamos películas pornográficas con autorización del INCAA. A pesar de eso, se cansaron de hacer denuncias anónimas y, varias veces, vino la policía. Pero no pudieron hacer nada porque tenemos todo en regla”.

Si bien en el cine hay baños para mujeres y varones, según Pérez, el 99.98% de los clientes son hombres. En efecto, mientras transcurre la nota —un viernes de diciembre, cerca de las 18 horas— es posible constatar la presencia de varios clientes que entran y salen de una sala para ir a la otra. Incluso, el propio Gustavo caminará por lo menos dos veces hasta la boletería para cobrar entradas.

A la nota luego se sumarán, por pedido de Gustavo, los aportes del abogado Pedro Paradiso Sottile (51) presidente de la Fundación Igualdad y asesor legal del cine. “Desde la Comunidad LGBT ayudamos al cine porque hubo una embestida de un grupo de vecinos que se oponían a su funcionamiento. Hay mucho perjuicio sobre lo que sucede acá adentro. ‘Ahí pasan cosas raras’, te dicen. Pero nunca entraron. Es un espacio que ha sido estigmatizado como parte de la vieja mirada de la comunidad gay”, explica Paradiso Sottile a Infobae.

Según el letrado, que este año fue declarado personalidad destacada de los Derechos Humanos de la Ciudad, al cine de Ciudadela asiste un público adulto mayor que es de otra época. “Vienen a estos lugares que, históricamente, fueron espacios de encuentro para la comunidad LGBT, porque no van a agarrar una tablet o un celular para vincularse. Como en un boliche, puede pasar que haya encuentros casuales y, también, que solo vayan a mirar. Justamente, el contexto les permite pasar inadvertidos. Para muchos es el único lugar donde pueden ser”.

Fotos/Gustavo Gavotti.

Fuente: telam

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